jueves, 16 de septiembre de 2010

CARLOS MONZON, Sobre Héroes y Tumbas

El péndulo de su vida rozó extremos inauditos: hoy la pobreza, mañana la fortuna. Ahora hambre, después saciedad. De pronto la fama y la impunidad, más tarde la desgracia y la ignominia.
No necesitamos en este relato juzgar conductas, la justicia y la historia ya lo hicieron.
Sólo vamos a contar el transcurrir deportivo del boxeador fetiche del pugilismo nacional.
Lo demás, como dijo el maestro Julio Ernesto Vila, no es pan para nuestros dientes.

Carlos Monzón nació en el barrio La Flecha de San Javier, provincia de Santa Fe, el 7 de agosto de 1942, el día que se cumplían 10 años de la hazaña de Juan Carlos Zabala ganando el maratón de los Juegos Olímpicos de Los Angeles.

Cuando tenía 17 años, debutó como aficionado, pero su vida en los rings mutó cuando en 1960 encontró un manto de sabiduría que lo cobijaría toda su carrera: Amílcar Brusa.

El 6 de febrero de 1963 debutó como pugilista rentado. Fue en Rafaela y le ganó por nocaut en 2 vueltas a un tal Ramón Montenegro.
Su periplo avanzaba sin brillos.
El 9 de octubre de 1964, perdió con el puntano Alberto del Carmen Massi. Era la tercera derrota de Monzón en 20 peleas profesionales.
Desconocemos si esa noche realizó algún juramento, lo cierto es que su carrera se extendería por 12 años más, en los que disputaría 80 combates sin ser vencido.

Recién el 3 de septiembre de 1966 ganó el título argentino mediano, en la que era su pelea número 40. Ante la sorpresa de la cátedra, venció por puntos a Jorge Fernández.
En junio del ‘67 le ganaría el título sudamericano al propio Fernández.

Lo cierto es que este campeón argentino y sudamericano no era muy conocido para el gran público, y así, casi en el anonimato, fue en busca de una hazaña. Le consiguieron una pelea por el título mundial de los medianos y viajó a Roma contra todos los pronósticos a enfrentar al gran campeón mundial Nino Benvenutti.
El glorioso 7 de noviembre de 1970, le ganó por nocaut en el round 12 al gran Nino y se quedó con el título unificado de una de las categorías más populares del boxeo.

En el ‘71, le dio la revancha a Benvenutti y lo derrotó fácilmente. Ese año también venció a un grande: Emilie Griffith.
En el ‘72 defendió el título exitosamente cuatro veces. Una de ellas fue ante Bernie Briscoe, contra quién Monzón la pasó mal en el round 9. Recibió un golpe en la mandíbula que lo dejó viendo estrellas. Se aferró al cuerpo del moreno y miró el reloj situado en lo alto del Luna Park. La escena quedó inmortalizada en una foto histórica.
 
Con París otra vez como escenario, Carlos enfrentó el 9 de febrero de 1974 a uno de los grandes pugilistas de todos los tiempos: José Angel “Mantequilla” Nápoles. Monzón le dio una paliza y le ganó por abandono en 7 asaltos.

A esa altura de los hechos, era el único campeón mediano que no había combatido en Estados Unidos, y saldó esa deuda en junio de 1975, ganándole a Tony Licata por nocaut en Nueva York.

Se precipitaba el final. En su horizonte aparecía el colombiano Rodrigo Valdéz. Y fueron los dos últimos capítulos de su novela.
Las dos en Montecarlo, una en junio del ‘75 y otra en junio del ‘76, las dos con victorias por puntos.

Y cayó el telón. Estar a la altura de su prestigio como boxeador ya le costaba demasiado y la verdad es que tenía la cabeza en otros lados.
El 29 de agosto de 1977, en un hotel importante de Buenos Aires anunció su retiro del boxeo. Se iba como campeón reinante y con un récord inédito de 14 defensas.

Carlos Monzón disputó exactamente 100 peleas como profesional, de las que ganó 87 (59 por nocaut), empató 10 y perdió 3.

Su otra vida tuvo otros nombres, también rutilantes: Susana Giménez, con quién rodó la película La Mary, Alain Delón, Ursula Andrews, todo el jet set a sus pies.
Jean Paul Belmondo le confesó que era su ídolo máximo.
En las revistas lo mencionaban como el prototipo de la masculinidad.
El boxeador era sólo un recuerdo, un recuerdo lleno de victorias.

La noche de su vida fue triste, tremenda, fatal.
Los excesos terminaron en tragedia.
Murió en un accidente automovilístico el 8 de enero de 1995, cuando disfrutaba de una libertad condicional mientras cumplía la condena de 11 años por el asesinato de Alicia Muñiz.

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